domingo, 27 de julio de 2014




Bosque




Ya llega indecisa, agonizante hoja triste de otoño que el viento azota hasta la tela de la araña, coleccionista innata de sueños propios y ajenos, guardiana del bosque y la ribera, confidente del nogal y el arrendajo, que sueña mares y mareas; reunidos todos, la hoja, el sueño, la pluma, la tristeza, caracolas y piedras del camino, la araña parte hacia otros claros, donde depositar su hilo milagroso cerca de un tronco o una piedra, y al culminar la magistral geometría de su obra atravesada por el viento, reclama con silbidos milenarios que solo el bosque conoce, a las hadas y los trasgos ocultos tras el musgo....




Saúl Arazo Iglesias

lunes, 21 de julio de 2014



Verdades


Si de vez en cuando encontramos páginas que explotan, páginas que hieren y estigmatizan, que arrancan gemidos y lágrimas y maldiciones, sabed que proceden de un hombre arrinconado, un hombre al que las únicas defensas que le quedan son sus palabras y sus palabras son siempre más resistentes que el peso yacente y aplastante del mundo, más resistentes que todos los potros y ruedas de tormento que los cobardes inventan para machacar el milagro de la personalidad. Si algún hombre se atreviera alguna vez a expresar todo lo que lleva en el corazón, a consignar lo que es realmente su experiencia, lo que es verdaderamente su verdad, creo que entonces el mundo se haría añicos, que volaría en pedazos, y ningún dios, ningún accidente, ninguna voluntad podría volver a juntar los trozos, los átomos, los elementos indestructibles que han intervenido en la construcción del mundo.


Henry Miller - Trópico de Cáncer

lunes, 14 de julio de 2014




NUESTRO 
 



 
Te abracé y fuiste viento arrullado en el lecho de mi ombligo,
Te abracé y fuiste ola rompiendo en el filo de mi pecho,
Te abracé y fuiste arena posada en las dunas de mi alma,
Me abrazaste y tu viento me hizo ola,
Me abrazaste y tu ola me hizo arena,
Me abrazaste y tu arena me hizo nuestro.



Saúl Arazo Iglesias


viernes, 11 de julio de 2014




Naturaleza muerta




Estaba sentada en el borde de la bañera y no podía dejar de mirar la corneja moribunda. Veía en su absoluto desamparo la imagen de su propio sino. Se dijo varias veces: no tengo en el mundo a nadie más que a Tomás.
¿Había llegado a la conclusión, tras el episodio con el ingeniero, de que las aventuras no tienen nada que ver con el amor? ¿De que son leves y no pesan nada? ¿Ya está más tranquila? En absoluto. Vuelve a su mente la siguiente escena: Salió del retrete y su cuerpo estaba en la antesala desnudo y rechazado. El alma temblaba, asustada, en algún lugar en la profundidad de las entrañas. Si en aquel momento el hombre que estaba en la habitación le hubiera hablado a su alma, se hubiera echado a llorar, hubiera caído en sus brazos.
Se imaginó que en su lugar hubiese estado en la antesala junto al retrete alguna de las amantes de Tomás y que en lugar del ingeniero hubiese estado dentro Tomás. Le habría dicho a la chica una sola palabra y ella lo hubiera abrazado llorando.
Teresa sabe que así es el momento en que nace el amor: la mujer no puede resistirse a la voz que llama a su alma asustada; el hombre no puede resistirse a la mujer cuya alma es sensible a su voz. Tomás no está protegido ante los peligros del amor y Teresa ha de temer por él cada hora y a cada minuto.
¿Cuál es su arma? Únicamente su fidelidad. Se la ofreció desde el comienzo, desde el primer día, como si supiera que no tenía otra cosa que darle. El amor que hay entre ellos es de una arquitectura extrañamente asimétrica: descansa sobre la seguridad absoluta de su fidelidad como un palacio mastodóntico sobre una sola columna.
La corneja ya no movía las alas, sólo a veces le temblaba la patita herida, quebrada. Teresa no quería separarse de ella, como si velase junto al lecho de una hermana suya moribunda. Al fin fue a la cocina a almorzar rápidamente algo.
Cuando volvió la corneja había muerto.


La insoportable levedad del ser. Milan Kundera.


domingo, 6 de julio de 2014

Como agua para chocolate   






“Dicen que Tita era tan sensible a la cebolla que desde que estaba en el vientre de mi bisabuela (Mamá Elena) lloraba y lloraba cuando ésta picaba cebolla; su llanto era tan fuerte que Nacha, la cocinera de la casa, que era medio sorda, la escuchaba sin esforzarse. Un día los sollozos fueron tan fuertes que provocaron que el parto se adelantara. …Contaba Nacha que Tita fue literalmente empujada a este mundo por un torrente impresionante de lágrimas que se desbordaron sobre la mesa y el piso de la cocina. En la tarde, ya cuando el susto había pasado y el agua, gracias a los efectos de los rayos del sol, se había evaporado, Nacha barrió el residuo de las lágrimas que había quedado sobre la loseta roja que cubría el piso. Con esta sal rellenó un costal de cinco kilos…”
“Lo malo de llorar cuando uno pica cebolla no es simplemente el hecho de llorar, sino que a veces uno empieza y ya no puede parar.”


“Como agua para chocolate”  Laura Esquivel.


sábado, 5 de julio de 2014






" Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida, mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas. "


"En el camino" Jack Kerouac.